Lucía es el tipo de persona, por la que es fácil sentir afecto. Siempre estaba de buen humor y tenía algo positivo para decir. Era una motivadora natural; si alguien tenía un mal día, Lucía estaba ahí para decirle cómo ver el lado positivo de la situación.
Su estilo realmente me causo curiosidad, así que un día la fui a buscar y le pregunte: “Como es posible ser una persona positiva todo el tiempo… ¿cómo lo haces?”
Y ella respondió: Cada vez que sucede algo malo, me digo a mí misma:
Tienes dos opciones: puedes escoger entre ser una víctima o aprender de eso; elijo aprender. Cada vez que alguien se queja, puedo aceptar su queja o puedo enseñarle el lado positivo de lo que trae; elijo buscar el lado positivo.
Varios años más tarde, me entere que Lucía había sido apuñalada en un asalto. Me encontré con ella seis meses después de aquello y cuando le pregunte cómo estaba, me respondió: «no puedo quejarme».
Le pregunte qué paso por su mente cuando se encontró apuñalada, sangrando y tirada en el suelo. Contesto:
Lo primero que pensé es que podía elegir: Podía elegir vivir o podía elegir morir. Elegí vivir y cuando los médicos me llevaban en la ambulancia y vi las expresiones en sus caras, realmente me asusté… podía leer en sus ojos «esta mujer está mal, mal». Supe entonces que debía comunicarles mi elección…
“¿Qué hiciste?” pregunté.
Bueno, mientras uno de los médicos me preguntaba si era alérgica a algo yo le dije: sí, a quedarme sin la posibilidad de elegir y en este momento estoy escogiendo vivir, trátenme como si tuviera esa probabilidad.