El autoengaño en un engaño voluntario a nuestra mente con el fin de lograr protección. Pero qué tememos, a quién tememos, de qué nos queremos proteger. A la mente le encanta mentirse a sí misma, todo lo contrario que le pasa a las emociones, que no nos mienten, se nos muestran tal y como son.
La mente está regida por tres leyes muy sencillas
La primera ley es la de superviviencia. Bajo esta premisa, nuestra mente no puede permitirse “perder” una batalla o un reto o un objetivo. De ahí también vienen las justificaciones y los clásicos “… pero…”, “es que….”. La mente quiere sobrevivir con nuestras ideas, nuestras opiniones, nuestras creencias y prejuicios porque está estructurada para que eso sea así y no de otra forma. Por lo tanto si la mente tiene que cambiar se siente inconscientemente amenazada y por lo tanto se cambiaría o desprogramaría de sus parámetros actuales y «no se lo puede permitir».
La segunda ley es la de la inercia. La mente no quiere cambiar, quiere permanecer como está, inamovible, a menos que se le aplique la energía suficiente que esa fuerza de voluntad cambie la natural inercia a seguir como hasta ahora. De aquí puede entenderse lo dificultoso que es cambiar un hábito, una costumbre.
La tercera ley es la del mínimo esfuerzo. Va aparejada con la inercia, hacer lo mínimo para seguir como estamos, de esta forma no “malgastamos” energía que nuestra mente cree inútil.
Analiza ejemplos de tu vida donde es tu mente (desentrenada al cambio) la que te gobierna.
Una mente no entrenada ni dispuesta al cambio busca siempre la protección y la excusa, aunque esto no sea lo más recomendable para nuestros intereses.
Por ejemplo, si alguien con quien estás hablando, te pone en evidencia con alguna carencia personal, tu sistema mental se sentirá agredido, se cerrará en banda y se negará a reconocerlo, se resistirá al cambio. Es la mente la que se cierra para evitar que pases ese momento desagradable donde te han dicho algo que no quieres escuchar.
Algo similar sucede cuando quieres emprender algo diferente a lo que haces habitualmente y que te va a exigir esfuerzo y dedicación. Tu mente se buscará mil excusas para evitarte el cambio y obligarte a permanecer donde estás porque dirá “qué necesidad de cambio con lo bien que estás”.
Cuando hacemos caso a esta inercia, a esta ley del mínimo esfuerzo y a esa ley de falsa supervivencia, estamos entorpeciendo nuestro crecimiento personal y también profesional pues nos cerramos a otras ideas, a otros conceptos y en definitiva a una nueva forma de actuar que seguramente nos abrirá nuevas opciones y nuevas formas de entender la vida.
Autodesengáñate en tres pasos
Comprométete contigo mismo a ser sincero y humilde
La sinceridad y humildad caminan juntas. Si reconocemos que algunas veces nos autoengañamos estaremos en el primer escalón del autodesengaño, pues desde esa consciencia podremos cambiar muchas cosas. Ese esfuerzo por reconocerlo, debes dejarlo que sea en primer lugar a nivel interno, puesto que si empiezas por ahí, ya se manifestará externamente.
Descubre las situaciones en las que te autoengañas
Piensa en qué situaciones buscas en engaño, buscas esa protección.
Sin olvidar el compromiso anterior, el siguiente paso es descubrir aquellas situaciones en las que te autoengañas. Y recalco nuevamente lo de ser honesto y sincero contigo mismo, porque tu mente va a resistirse a ello con el objetivo de protegerse, de sobrevivir, de no cambiar…
Piensa si buscas en autoengaño en la forma que tienes de pasar el fin de semana, en si tus amigos son los que de verdad quieres o los que tienes que aguantar. Piensa qué te ata a una relación personal o laboral, si es ahí donde quieres estar o es el miedo lo que te impide moverte a donde quieres estar. No se trata de dar un giro de 180 grados a tu vida, pues algunas veces esto es realmente una utopía, pero esta reflexión te dará consciencia para buscar alternativas a ese engaño.
Cambia tu actitud y tu forma de actuar
Una vez superados los pasos anteriores, no te queda otra que cambiar tu forma de actuar ante esos auto-engaños, esos falsos protectores que lo único que hacen es impedir tu desarrollo completo y una visión más amplia de tu vida.