Tan importante como hacer algo es saber para qué lo hacemos. Conocer nuestro para qué en cada faceta de la vida, es fundamental para saber hacia donde debemos dirigirnos. ¿sabes cuál es tu para qué?
Cuenta la leyenda que un viajero francés realizaba a caballo el Camino de Santiago y al pasar cerca de Miranda de Ebro, en la confluencia de las provincias de Vitoria, Logroño y Burgos, avistó una cantera. Observador avezado, se quedó perplejo al contemplar a tres canteros que afanosos realizaban el mismo trabajo; el mismo trabajo, con una actitud bien diferente entre los tres, pues mientras uno estaba echando pestes por lo que hacía, otro se detenía en ver lo bonito que estaba quedando la piedra, mientras que el tercero estaba con un semblante feliz y con actitud alegre. Detuvo su montura y observó más atentamente para intentar comprender qué hacía que cada uno se condujera de manera tan dispar.
El primer cantero, se paraba constantemente durante la realización de su trabajo, se quejaba, vociferaba y maldecía asqueado.
El segundo cantero, se mostraba silencioso, ensimismado, y como el anterior, utilizaba las herramientas propias de los canteros, cincel, escoplo y martillo, para dar forma a la enorme piedra arrancada de la tierra. Sus paradas no iban acompañadas de quejas, sólo de una atención concentrada para comprobar la calidad de su propio trabajo.
El tercer cantero, como los anteriores, también cincelaba, también comprobaba, pero… entonaba una alegre canción, ensimismado en su trabajo. Sus paradas de comprobación iban acompañadas de gestos claros de interpretar: se sentía satisfecho de lo que hacía.
La diferente actitud de los tres, haciendo el mismo trabajo, hacía que el viajero francés se fijara con más ahínco en los canteros, tratando de medir cualquier gesto o circunstancia que le diera la clave de sus comportamientos. Nada. Pasado el tiempo se rindió. No comprendía, así que decidió preguntarles.
Se dirigió al primer cantero y le preguntó: “¿qué hace usted? El cantero le miró de soslayo escéptico del interés del francés. Le explicó entre dientes que pasaba, del alba al anochecer, la jornada haciendo lo mismo, día a día, semana tras semana, mes tras mes, año tras año. Maldecía su mala suerte y la del trabajo que tenía.
El segundo se sorprendió de la pregunta, -¿que qué hago?- y le explicó como daba forma a las piedras que le traían de más arriba. Se preocupaba de forma casi obsesiva que quedaran en forma cúbica o como se lo encargasen. Y diciendo esto, continuó.
El tercer cantero, ya le esperaba; lo recibió con una sonrisa y antes de que el francés pudiera decir nada, se anticipó contestándole con evidente satisfacción: “estamos construyendo la Catedral de Burgos”, y siguió con su trabajo y sus cantos.
¿Cuál de los tres canteros eres tú?
¿Cuál quieres ser?