Es bien conocido que el estrés suele conducir irremediablemente al desgaste. La fatiga emocional, la falta de autoestima, el mal ambiente laboral… todo esto caracteriza al síndrome de trabajador quemado.
En diferentes estudios se ha demostrado que entre los trabajadores, muchos de ellos altos directivos, que mantenían su nivel de estrés bajo control lo hacían con técnicas de inteligencia emocional. La inteligencia emocional, potencia la capacidad de adaptación y ayuda entre muchas cosas, a manejar una situación continúa de estrés y con esto a prevenir el desgaste profesional.
La inteligencia emocional nos ayuda a tomar conciencia de nuestras emociones, permite que seamos conscientes de nuestra fuente de frustración y nos ayuda a mantener autocontrol y tener calma para controlar los impulsos y de esta forma actuar de manera adecuada.
Otra característica como la empatía también ayuda a combatir el estrés pues si tratamos de comprender de forma activa es más fácil que entendamos a la persona que nos provoca estrés.
Para enfrentarse al estrés hay quien se dedica a comer en exceso, tomar drogas, abandonarse físicamente… en definitiva, acciones que no hacen más que seguir pisando a fondo el acelerador de la frustración, en lugar de frenarse y analizar qué motivos nos hacen estar así.
Qué se puede hacer para gestionar mejor el estrés:
- Evitar que nosotros seamos la fuente de nuestro estrés.
Cuántas veces nos agobiamos por cosas que luego ni siquiera han pasado. ¿Por qué preocuparse por anticipar un hecho que de momento es bastante improbable? También sucede que gran parte del estrés que nos auto provocamos es debido a lo duros que somos con nosotros mismos.
- Reconozcamos nuestras limitaciones.
Debemos ser conscientes de nuestros puntos débiles así como de nuestras fortalezas. Cuando nos empeñamos en responsabilidades que superan nuestras habilidades, caemos en el estrés; ante esto no queda más que luchar con más formación o hacer tareas que, sin dejar de ser retos, desarrollemos mejor.
- Respiremos hondo cuando haya tensión.
Es muy simple. Unos segundos de ojos cerrados y respiraciones profundas para volver a la calma de forma consciente. Cuando estamos permanentemente en modo defensivo generamos estrés: descansemos, respiremos, controlemos.
- Reevaluemos la perspectiva sobre la situación.
¿la situación es realmente una amenaza a algo que valoramos y el ataque provocaría algo irreversible? ¿se puede resolver el problema con un poco de tiempo? En las respuestas que nos demos tenemos gran parte de la solución.
- Frenemos la escalada de conflictos con empatía.
Cuando entendemos cómo y por qué actúa de tal forma la otra persona nos es más fácil convencer e incluso influir en la persona que nos genera estrés.
Mejorar la inteligencia emocional supone tiempo y esfuerzo, seamos pacientes y poco a poco iremos consiguiendo controlar nuestra emoción en esos malos momentos.