Cuando se trata de conocernos, tenemos puntos ciegos que tienen que ver con nuestras cualidades pero en mayor medida, con nuestras debilidades ¿conocemos nuestras debilidades?. Conociendo nuestro «talón de Aquiles» podremos trabajar en evitar los problemas que nos podrían conducir hacia el fracaso. Por cierto Aquiles era considerado indestructible, un guerrero invencible, salvo cuando se descubrió que su enorme fuerza se vendría abajo si se atacaba su talón.
Conozcamos nuestros defectos para no menospreciar el daño que puede provocar una debilidad.
Las 10 formas para fracasar.
- Pobre capacidad para entender a la gente.
Uno de los elementos que provoca más fallos en personal directivo es la poca capacidad para interactuar o las pocas habilidades sociales con su entorno más directo. Podemos tener una gran inteligencia racional o académica pero si no somos buenos escuchando, si no somos empáticos ni sensibles hacia los demás, si no sabemos encajar las críticas, estamos sembrando el terreno del fracaso.
Hay ocasiones incluso que el fracaso por sí mismo es fuente de éxito si nuestro entorno o mejor aún, nuestro jefe, observa que hemos reaccionado de forma eficiente ante un problema ¿te habías parado a pensar esto?
Es muy útil saber relacionarse con otras personas porque de lo contrario es fácil que nos pasemos la vida librando batallas para triunfar sobre los demás. Además ¿ganas o pierdes si eres amable?
- Actitud negativa.
La forma en la que reaccionas ante determinadas circunstancias de tu vida, tiene mucho o todo que ver con tu éxito o fracaso.
“Dos hombres miraban por entre los barrotes de una prisión,
Uno veía suelo, arena… y el otro veía el sol y las estrellas”
La actitud predispone para salir adelante de circunstancias que inicialmente podrían parecer adversas.
- Actitudes y capacidades incorrectas.
Cuando observamos nuestra actitud ante determinadas circunstancias y comprobamos que hay “desencuentros” entre lo que queremos, lo que sabemos y lo que estamos dispuestos a hacer, estamos obligados a plantearnos el cambio como una opción. Debemos ser honestos y saber que hay cosas que no sabemos, que no podemos con todo y que si creemos que podemos y hay “desencuentros” entre el reto que se nos plantea y nuestra capacidad, quizá debamos o bajar el reto o subir la capacidad con formación adicional. ¿Estamos dispuestos?
Por otro lado esta forma de actuar nos va a conducir a trabajar en algo en lo que encajamos bien, de lo contrario sería como querer calzarse un zapato de una talla menor, al final siempre nos estaría apretando y estaríamos deseando que llegase el momento de descalzarnos. Si algo hay que forzarlo permanentemente, no es nuestra talla, no es nuestro lugar.
- Falta de enfoque.
Es lo que Stephen Covey diría «lo primero es lo primero», así de simple, centrarse en lo que hay que hacer, en saber priorizar, en saber que lo primero que hay que hacer es lo verdaderamente importante. Estar siempre demasiado ocupado, resolviendo tareas “a salto de mata” o “apagando fuegos” es una mala señal de organización y de la forma de llevar un trabajo porque nos hace perder tiempo y recursos.
Si esto es algo que te pasa con frecuencia, mira a ver si tu enfoque es el correcto y analiza de qué forma puedes mejorarlo.
- Débil compromiso con la tarea.
Sin enfoque es muy difícil lograr el objetivo previsto y si a esto sumamos un compromiso débil, será imposible conseguirlo.
Decía Goethe que “mientras la persona no se comprometa, habrá indecisión, inconvenientes e ineficacia constante. Mientras que cuando una persona se compromete, una corriente completa de acontecimientos brotará de la decisión, poniendo a favor de uno, todo tipo de incidentes imprevistos y asistencia material que nadie habría podido generar”.
- Falta de voluntad para el cambio.
La inflexibilidad es el enemigo más implacable de los logros, del crecimiento personal y por ende del éxito. Muchas veces la inflexibilidad viene dada por el apego que se tiene del pasado, lo cual nos lleva a no entenderse correctamente con el presente. Por experiencia profesional puedo asegurar que hacer caso omiso al presente y resistirse al cambio provoca fracaso. Si es esto lo que se quiere, si estamos «cómodos» con el recuerdo de lo que paso, lamentándonos por lo que pudo ser y no fue, deberemos aprender a vivir con los fracasos.
- Actitud del mínimo esfuerzo.
Napoleón Bonaparte dijo que la victoria pertenece a los que más perseveran y algo de cierto hay en esta reflexión.
¿Cuánta gente subestima el tiempo necesario para alcanzar algo que vale la pena? ¿Cuánta gente no está dispuesta a pagar el precio que supone el esfuerzo necesario para conseguir la meta o el éxito deseado? Cuando no somos capaces de este esfuerzo es debido a una impaciencia absoluta o a una autodisciplina muy débil y sin disciplina el camino es corto.
Debemos concienciarnos que el común denominador del éxito se basa en tener el hábito de hacer cosas que a los que fracasan no les gusta hacer. Por lo tanto el hábito es pieza clave en este sentido. ¿Qué tienes que hacer para tener el hábito necesario que te conduce al lugar que quieres? Además, el hábito debe mantenerse independientemente del estado de ánimo, independientemente de las circunstancias externas; ahí está el éxito.
Las personas exitosas hacen de forma habitual lo que no necesariamente hace a la gente de forma natural. Además el verdadero éxito se alcanza, porque frente al miedo y la pereza se actúa igualmente.
- Confiar solo en el talento.
Las personas buscan el talento sobre todas las cualidades y en cuestión de hábitos, de trabajo y de relaciones está sobreestimado. El talento no lleva a una persona a sobreponerse a los múltiples fracasos de de la vida; para esto hace falta talento emocional, inteligencia emocional, saber sobreponerse y tener herramientas adecuadas para salir adelante ante situaciones desfavorables ¿crees que una persona con un coeficiente intelectual muy alto tiene solo por esto, lo necesario para sobreponerse a un fracaso?
- Reacción a una deficiente información.
Las personas que consideramos exitosas son capaces de tomar decisiones con una cantidad limitada de información o por el contrario, saben reunir la información necesaria para poder decidir.
Debemos diferenciar entre reacción y reflexión. Cuando surge la ocasión de tomar una decisión, de actuar ante algo de qué forma lo haces ¿reaccionado o reflexionando? Piénsalo bien ¿reaccionas y actúas o reflexionas y tomas acción?
- Ausencia de objetivos.
En el último lugar se sitúa la ausencia de objetivos, aunque para muchas personas que no consiguen el éxito debería ser la primera forma de llegar al fracaso. He conocido a personas que no saben lo que quieren y que luchan de forma desmedida para conseguirlo. De conseguir qué cosa, qué objetivo, qué meta profesional o personal.
Pongámonos metas, que no son más que sueños que queremos realizar con un tiempo límite de realización y poniendo los elementos de acción que nos llevarán al objetivo.