Un líder no deja de serlo en ningún momento, de hecho, quien lo es, lo ejerce normalmente tanto en su vida profesional como en su vida personal. Pero es cierto que hay momentos donde el reto exige una demostración visible de las cualidades de todo líder (que podríamos resumir en confianza, integridad, capacidad de aprender, visión, saber escuchar y osadía).
Un líder se hace necesario en su entorno cuando quienes están con el líder, necesitan absorber la incertidumbre de una situación que a su vez necesita una respuesta de actuación. Cuanto más difícil o más cambiante es la situación, más importante es un liderazgo eficaz.
Un grupo humano, cuando realiza tareas habituales, no necesita al líder, pues cada uno sabe exactamente lo que tiene que hacer y lo hace. En una situación así, el líder se convierte en invisible y su presencia es prácticamente desapercibida, pero cuando en un momento inesperado sucede algo no previsto, es cuando todo el equipo se vuelve a mirar al líder, quien tiene que tomar las riendas del equipo: tomar decisiones, guiar al equipo, comunicar… en definitiva, tiene que ponerse el “uniforme de líder”.
Cuáles son estos momentos, de nuevos desafíos, en los que el liderazgo es más importante
Cuando se inicia algo nuevo.
Los momentos en los que se inicia algo nuevo pueden ser complejos, porque se rompe con la inercia de lo que se estaba haciendo. Los hábitos tienden a establecerse como norma y el cambio se percibe con incomodidad en muchas ocasiones.
En los momentos de cambio, de inicio de nuevos proyectos, programas o simplemente en el momento de re-iniciar lo que se estaba haciendo (tras un período de vacaciones por ejemplo) el liderazgo tiene que hacerse visible motivando, apoyando y llevando la iniciativa y el ejemplo ante su equipo.
Cuando algo está por terminar.
Los momentos de concluir un proyecto, una época, un curso escolar o laboral… son también dados a la relajación del equipo de trabajo y una relajación demasiado anticipada puede dar al traste con el objetivo marcado. Por este motivo el líder tiene que estar muy presente en esta circunstancia para que hasta el final, la velocidad del equipo no varíe.
El empujón final puede ser decisivo para concluir con éxito la misión o la tarea asignada y el líder tiene la obligación de que así sea y esta obligación debe sabérsela trasladar al resto de su equipo.
Cuando los tiempos son difíciles.
Las situaciones difíciles van a aparecer con total seguridad en el seno del equipo (fricciones entre compañeros, problemas de financiación, escasez de medios, críticas internas o externas…). Es en los tiempos difíciles cuando el líder debe mostrar temple y sensatez, para hacer que el equipo no se divida, para que las fricciones se minimicen y para que, una vez superados, queden como una auténtica lección para el equipo, como un aprendizaje.
Durante transiciones.
Las transiciones son momentos que llevan aparejado el cambio y como se ha dicho al principio, los cambios muchas veces son incómodos, pues la tendencia es a seguir el hábito adquirido hasta ahora.
También hay momentos de transición cuando se incorporan nuevos miembros al equipo y más aún si estas incorporaciones son de personas que ocuparan puestos de responsabilidad. En esta situación el líder debe ser un facilitador de la conexión que debe haber entre el equipo y la nueva incorporación para evitar fricciones y que en el menor tiempo posible el equipo engrane y funcione a la perfección.
Realmente los procesos de cambio, en general, son momentos donde el líder debe estar muy atento a las diferentes sensibilidades de cada miembro del equipo.