Es sencillo dar luz y enfatizar tu comunicación. Con unos sencillos consejos, vas a conseguir que tu discurso, tu exposición o simplemente tu comunicación sea más atractiva.
Pongamos color a las palabras.
Con este sencillo truco vas a conseguir dar la prioridad a lo que quieras, lo mismo que sucede con un semáforo y sus colores rojo, amarillo y verde.
Verde. En esta primera etapa, te dispones para expresar y explicar la estructura del discurso o la comunicación. Es la parte introductoria en un discurso o la de las presentaciones en una reunión en una mesa redonda.
Amarillo. En esta fase vas a reforzar tu comunicación. Debemos tener muy claro qué queremos que recuerde tras nuestra exposición, con el fin de que quien nos escucha preste la atención debida a lo importante. Aquí podemos introducir ejemplos, metáforas o alguna historia que sea muy gráfica y ayude a explicar mejor la idea.
Rojo. La fase del color rojo (debe ser la menos extensa) nos sirve para introducir expresividad perdiendo incluso la formalidad de la exposición. En el color rojo valen casi todos los recursos, incluso el humor, una frase publicitaria de moda, una anécdota y cualquier recurso que nos permita mantener en atención a los demás.
Pongamos música a la voz.
La voz es la música en una comunicación, con la voz entonamos para dar fuerza a algo en concreto, aportamos velocidad, dinamismo o intensidad, transmitimos sentimiento y pasión.
La voz nos permite jugar con las pausas y los silencios (que tan importantes son en una comunicación). Un silencio o una pausa en el momento adecuado, proporciona tanta carga de comunicación como la propia palabra.
La “música” la vamos a desarrollar con la entonación, el ritmo y la intensidad.
La entonación nos facilita dar teatralidad a nuestra comunicación, nos permite una mejor acentuación en lo que queremos decir como importante. La entonación y el gesto apropiado nos permite marcar un detalle determinado como una anécdota. La entonación añade musicalidad de cada frase.
El ritmo va asociado a la velocidad y consiguientemente añade energía al discurso. Una comunicación debe tener distintos puntos de energía y vitalidad, lo que además permite evitar la monotonía.
Nuestra velocidad habitual al hablar está entre las 140 y las 180 palabras por minuto. En la introducción, la velocidad debe ser lenta, entre las 110 y las 120 palabras por minuto, porque es en esta velocidad en la que quien nos escucha, siente que se está diciendo algo verdaderamente importante, algo de especial atención. Esta velocidad lenta, es la que hay que utilizar también cuando se termina la comunicación, pues a esta velocidad es más fácil transmitir sentimiento y agradecimiento por la escucha.
La velocidad es difícil de controlar, como norma general, es recomendable hablar más despacio de lo que nos parece despacio a nosotros mismos. Tendemos a hablar de prisa y esto provoca falta de vocalización, de pronunciación y de saltarnos conceptos que damos por sabidos pero que quien nos escucha, puede ignorar.
Las pausas deben estar presentes en los discursos y cualquier tipo de comunicación, incluso en las de mesa redonda. Una pausa marca mucho y crea expectación ante lo que se va a decir.
La intensidad. Esta característica está también vinculada al volumen y sirve para destacar contenidos, de tal forma que el oyente en seguida aprecia lo que es importante, algo similar a lo que ocurre con un texto subrayado o con la letra en negrita.
Poner luz el movimiento del cuerpo.
Cara
Cuando comunicamos, transmitimos mucho más de lo que pensamos, con el cuerpo, con el gesto. Se habla mucho con la voz, por supuesto, pero mucho más con la mirada asociada a la voz y todo eso transmite emociones.
La mirada debe establecer contacto con todo el auditorio o con todos los que estén en la mesa de reuniones y esto debe hacerse en los 30 primeros segundos.
Manos
Las manos se asocian a la energía del orador así como la extensión de los brazos. Las manos deben estar vacías, a no ser que sea absolutamente necesario. Cuando nos ayudamos de algo (un bolígrafo en la mano, las llaves…) damos la sensación de necesitar apoyo para exponer y en definitiva una apoyo por falta de confianza en nosotros. Lo mismo sucede cuando nos tocamos la cara, un objeto que llevamos colgado (collar, pulsera), el reloj, el cabello, la barba… estos gestos muestran nerviosismo e inseguridad.
Cuerpo
Con la posición del cuerpo debemos mostrar seguridad, integridad y si la situación lo requiere, autoridad. Se recomienda que si estamos de pie, tengamos estos fijos al suelo, evitando movimientos involuntarios de un lado a otro. Si nos tenemos que mover, que sea por voluntad propia, porque dar unos pasos apoya lo que decimos y no para desahogar nuestros nervios.
En definitiva, todo comunica, pues como se dice en comunicación, la no comunicación no existe. Todo tiene que acompañar al mensaje que queremos dar de una forma coherente para ser creíble.