La tarea de ayudar a alguien que ha perdido a un ser querido no es fácil, lo primero porque quien ha perdido a un ser querido pasa un largo tiempo en estado de shock. Incluso no siempre son capaces de tomar decisiones con suficiente claridad de juicio, por eso es importante que acompañemos incluso para ofrecernos en tareas tan sencillas como hacer la colada, ir a comprar…
Debemos dejar que las personas hablen del fallecido; aquí la mejor compañía es la escucha, verbalizar el sentimiento reconforta mucho. Si puedes, trata de recordar algún momento simpático para tratar de sacar un momento agradable entre tanto dolor. Si hay niños en la casa recuerda que ellos también sufren, es bueno que ellos hablen de la pérdida y deja que lloren libremente. Cuando lloren permanece en silencio, no trates nunca de impedirlo.
El dolor no acaba en el entierro o en el funeral, sino que se hace más palpable a los días o las semanas, cuando la pérdida se constata. Es ahí donde más hay que acompañar. Aquí ya no hay acompañamiento como en el cementerio o en una misa o cualquier celebración religiosa.
Desaconsejo decir frases como “está en un lugar mejor”, pues esto no consuela a quien sufre. Si aconsejo escribir a quien se ha ido, pues de esta forma se establece un vínculo de sincero contacto entre quien escribe y quien se ha ido, además al escribir en soledad da pie a la sinceridad, a recordar y aliviar el dolor.
Las personas que sufren van a recordar siempre lo que estás haciendo, tu compañía; siempre te agradecerán que hayas estado allí con ellos.
La gran mayoría de veces solo basta con estar al lado del que sufre en silencio, que sienta que no está solo, que nos tiene allí, que cuando nos necesite no tendrá más que decirlo, nuestra compañía es cariño que sale de corazón a corazón.
Las fases del duelo, en forma simplificada, son las siguientes:
- Negación. Es el shock inicial. Nos negamos a admitir una realidad innegable.
- Ira. Ya no podemos ocultar la evidencia y empieza el dolor. Nos revelamos contra la cruda realidad.
- Negociación. Tratamos de buscar intercambio de cualquier comportamiento a cambio de algo que es imposible de evitar.
- Depresión. Somos conscientes de que hay un hecho irreversible y al no poder hacer nada caemos en tristeza, abatimiento.
- Aceptación. Somos conscientes de lo que ha pasado, podemos seguir tristes y a la vez vamos tomando poco a poco riendas de nuestra vida aceptando que todo ha cambiado y que hay un hecho duro que quedará para siempre dentro de nosotros.
Si te interesa este tema, la psiquiatra Kübler-Ross estableció una clasificación mucho más amplia y es considerada como una experta en muerte, personas moribundas y cuidados paliativos.