La palabra valor viene del latín “valere” que significa ser fuerte. Este vocablo alude a todos aquellos principios que le permiten al ser humano realizarse como mejores personas. Los valores son las cualidades, atributos individuales que determinan el comportamiento, actitud y conducta.
Antes tenía la teoría de que los valores no cambian a lo largo de nuestra vida, pero sí el orden de importancia en diferentes momentos. Pero el otro día en una conferencia de Thupten Jinpa (traductor del Dalai Lama) sobre la compasión me di cuenta de que estaba equivocada. Con entrenamiento, cambio de hábitos se puede introducir un valor nuevo siempre que esté en concordancia con nuestra esencia.
A la priorización de estos valores los llamamos principios.
Desde que descubrí cuáles eran mis valores y me explicaron todos estos conceptos a través del coaching, empecé a entender mis comportamientos y conductas. Dándome cuenta que algo tan básico cómo se nos puede olvidar.
Cuando realizas conductas que se contraponen con tus principios, llega el conflicto. Es cuando no duermes, tienes sentimientos de culpabilidad… etc. Entrar en conflicto contigo mismo conlleva un desgaste de energía importante y la mejor decisión es ser coherente. Las personas coherentes piensan, dicen y hacen lo mismo, y además lo hacen íntimamente ligados a sus valores y creencias, que además coinciden con los valores y creencias del entorno, todo esto es de sobresaliente.
Reconozco que no es fácil serlo, en algunas ocasiones no lo somos, bien por decisión propia o ajena. En la mayoría de los casos hay que cambiar hábitos y conductas, y excepcionalmente hay que tomar grandes riesgos y decisiones, como puede ser cambiar de trabajo o incluso llegar a perder alguna amistad. Todo este naturalmente desde el respeto y amor. Quiero resaltar que sobre todo tenemos que ser nosotros mismos, y aceptarnos. Que dentro de nuestra aceptación está también el ser incoherentes, equivocarnos, y que no pasa nada. Sólo con que ya seas consciente de que lo estás siendo, dice mucho ti y de lo que te conoces.
Hay que tener mucho “valor” para ser coherente con nuestros principios, que nos importe cada vez menos “el qué dirán” y nos preocupemos mucho más de lo que es verdaderamente importante. Si además nos rodeamos de personas con las que coincides en valores, entonces te sientes pleno, feliz y comprendido. Y cuando acaba el día ha merecido la pena ser coherente.
Artículo escrito por Amaya Amilibia, experta en coaching personal.