Si difícil es liderar cuando hay mal desempeño del trabajo, es mucho peor hacerlo cuando hay mediocridad en el entorno o aún peor, en el propio equipo de trabajo. Pero una vez pensado esto, debemos plantearnos si verdaderamente estamos haciendo todo lo posible para que nuestro equipo opere bajo los parámetros de lo que se llama «alto rendimiento» o si simplemente nos dejamos llevar y nuestro equipo navega solo a la deriva.
Propongo cuatro consejos que pueden ser de ayuda
- Como líder de un equipo, lo primero que debemos hacer es asegurarnos que nuestras explicaciones son claramente entendidas por todos, sin dudas, sin interpretaciones. A veces hay que acudir a metáforas, a ejemplos o incluso al sentimiento que puede producir un mal desempeño de tal o cual tarea. Hablemos en tonos personales alejándonos de dogmatismos y normas huecas.
- Expliquemos medidas concretas que el equipo debe realizar, no dejemos margen para lo difuso y abstracto. Marcas metas muy concretas que sean alcanzables en tiempo y desempeño y que sean compartidas, de esta forma el equipo estará fácilmente comprometido con el éxito de la tarea y su finalización
- Para crear equipos alejados de la mediocridad, estos deben estar bien conectados entre sus miembros y no permanentemente dirigidos. Un equipo comprometido y de alto rendimiento se comunica de manera inmediata y casi intuitiva cuando es necesario y más cuando hay problemas que pueden afectar a todos, esto además genera una cultura de responsabilidad entre colegas. Generalmente una excesiva supervisión, acrecienta la mediocridad
- El alto rendimiento tiene que ser defendido de forma vigilante. Cuando haya que dirigirse a un trabajador con bajo desempeño, debe hacerse de forma respetuosa y a la vez firme, lo mismo que cuando hay que hacerlo a todo el equipo. En este caso hay que decir la acción que debe mejorar y cómo debería haberse realizado, preguntando al final si ha quedado claro y qué medios se van a poner para que no vuelva a suceder.